Se queda el instante suspendido
como pieza de ropa sobre hilo tendido;
se asoma el instante entre ráfagas de sombra que
cubre el reverso del Sol;
se queda atónito el instante al recibir en regazos
la complejidad entre el día y la noche;
se queda, entre tú y yo, el instante cómplice
de una mirada que levita sobre el dueño tiempo;
se queda el instante emblanquecido
por el primer sorbo de café...
Héctor Tronchoni
Dedicado a María Esther Acevedo Pacheco
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